Durante
varias semanas del Tiempo Pascual estuvimos pasando entre la alegre
noticia de la Resurrección y el dolor de la separación y de la
partida. Día de la Ascensión, Jesús se va, pero dice: “Estoy
con ustedes para siempre”. Para nosotros, sus discípulos, es una
invitación a tener la misma confianza en nuestra “ausencia”. Si
nuestro testimonio es auténtico, la distancia y el tiempo sólo lo
pueden fortalecer. No se trata de la ausencia irresponsable que
abandona a los demás sino de una alianza de amor que los sigue y
acompaña, en el compromiso, en la oración, en la amistad. Por esto
las despedidas, por más dolorosas y difíciles, son tan importantes.
Percepciones, reflexiones y meditaciones compartidas, en la Diócesis de San Pedro Apóstol, Paraguay
sábado, 27 de mayo de 2017
sábado, 20 de mayo de 2017
Presencia
El
Evangelio de Juan repite frecuentemente la conexión entre “si me
aman” y “conservarán mis mandamientos”. Para que se dé la
presencia profunda e íntima de Dios en nosotros, como en cualquier
relación, hace falta despertar, vivir la alianza, abrirnos a un
compromiso, y no ser pasivos a la expectativa de “pruebas”,
encerrados en nuestros egoísmos, esperando que Dios se haga presente
según nuestros cálculos y términos. Vivimos esta realidad con
nuestra misma gente: en la medida en que estamos abiertos y
comprometidos en la comunidad, en la familia, en la sociedad, los
demás “existen” para nosotros. Si condicionamos su “existir”
a nuestras expectativas, los matamos, los expulsamos de nuestro
mundo. Creer en la resurrección de Jesús es dejarnos abrir
radicalmente, que nazca en nosotros un amor grande como no lo
creíamos posible, un amor que “conserva” a los demás y los hace
presentes más allá de todas nuestras limitaciones.
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