¡Qué
edificio tan lindo! ¡Qué vida tan exitosa! ¡Qué saber tan
profundo! ¡Que organización tan eficaz! ¡Qué parroquia tan
animada! ¡Qué cuerpo tan hermoso! ¡Qué imagen tan dinámica! Y
todo esto pasará, no quedará nada… Y al contrario: ¡Qué paisaje tan
desolado! ¡Qué comunidad tan fracasada! ¡Qué conflicto tan
terrible! ¡Qué liderazgo tan corrupto! ¡Qué inseguridad tan
rampante! ¡Qué futuro tan deprimente! Y creemos que todo esto
se salvará… Nuestras evaluaciones son superficiales. No son
éstos los signos que Dios nos invita a contemplar. Él está
sembrando ahora las semillas del Reino. Aprendamos a escuchar y
mirar más profundamente para ver los verdaderos signos y vivir la
alegría y la confianza que nadie nos podrá robar.
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