Hace
poco vi una foto de un alumbramiento y sentí: es realmente un
acontecimiento de carne y sangre. Mirando la cara oscura y
vociferante, el cordón, los fluidos, la mamá agotada, me imaginé:
ahí hay dolores, alegrías, esperanzas, angustias, y enormes
cambios. Ahora todo un mundo estará girando alrededor de este
pequeño paquete de mocos y tejidos que grita, se tuerce, come,
duerme y sonríe. Un cuerpito honrado como un tesoro, y también a
servir en todas sus necesidades básicas. La fiesta de Navidad
representa todas esas realidades animales y espirituales, crudas y
maravillosas. El Verbo se hizo carne. Dios vive entre nosotros, no
se revela en otra realidad que la nuestra. No la menospreciemos. No
la sustituyamos por cuentos engañosos. No huyamos del cuerpo
nuestro y del prójimo. No tengamos miedo de encontrar a Dios ahí,
en la sencillez, en lo concreto, en relaciones donde el otro se
resiste, se opone, se hace vulnerable, es realmente “otro”.
¡Feliz Navidad!
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