Aprovechando una comida de fiesta en una casa, Jesús demuestra cuán grande la gente tiene interiorizada una jerarquía de
quién es más y quién menos. De hecho en la fiesta, hay “puestos
de honor”, y lugares más “comunes”, para la gente “fifi”, y
para el “populacho”. Pero, ¿no es así casi siempre? En el
trabajo, en casa, en la comunidad cristiana, en el vecindario, en la
participación ciudadana,… tenemos adentro una escala que mide
constantemente quién es más, quién es menos, y dónde estamos
nosotros, una escala basada en la apariencia, la riqueza, los
títulos, la prepotencia, la popularidad,… Jesús parece reconocer esto como un hecho pero
nos invita a deshacer el mecanismo poniéndole una trampa: buscar el
último puesto.
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