La
aventura con Dios no te deja tranquilo y seguro. Delante de Él, no
hay certificado que vale punto, no hay pasaporte para pasar la prueba
del juicio, no se puede acumular un capital. La vida con Dios es
gracia y la única actitud sana es la apertura para recibir,
escuchar, ser “trabajados” por la misericordia, incluso cuando
duele y “no da gusto”. El pecado es lo contrario: blindarse,
atrincherarse, encerrarse en un mundo de prácticas y doctrinas
seguras que te hacen perder de vista el riesgo de la relación. A la
otra persona sólo se la ve para evaluar, comparar, defenderse,
justificarse. No hay encuentro con los demás, ni con Dios. La
“vida recta” hizo morir el amor.
Muy bueno! Jesús estaba totalmente en contra de esa legalidad.
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