El
diálogo de Jesús con la Samaritana comienza con cruzar una frontera
pesada con prejuicios y divisiones culturales, religiosas y
políticas. Él entra en contacto, le habla a ella, le pide algo.
Según la cultura, la religión y la política, no debería. Según
la cultura, la religión y la política, ella es “menos” y
debería estar en la expectativa de un menosprecio o, en el mejor
caso, indiferencia. ¿Por qué me hablas si sos más rico, más
educado, más religioso, más autoridad, más “importante”? Esta
escala no funciona con Jesús. Sólo quiere liberar la “fuente de
agua viva” que brota en el corazón de cada persona.
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