¿Ya
experimentaste esto de ser testigo de una preferencia, de una
predilección? De algunas forma te sentís fuera. De otra, sabes
que estás viendo algo grande. Una pareja que se quiere de verdad.
Unos amigos que se sostienen en la prueba. Una relación de padre o
madre con su hija o su hijo. Un/a educador/a que tiene un vínculo
especial con un/a alumno/a. Dios bendice a su pueble eligiendo a
uno o una, amando con amor de predilección. Delante
de esto, nos podemos
rebelar y decir que es injusto. Podemos
quedar
mudos,
con pavor ante
el misterio sagrado.
Podemos
sentir
celos. Ésta
es la experiencia cristiana fundamental: el Padre ama al Hijo. Es
algo que pasa entre ellos. Nos
toca. Sobra todo para nosotros. Pero quedamos ahí sin entender,
con respeto, desposeídos,
celebrando el amor “ajeno” que nos sana. Esta misma actitud es
una bendición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario