Entrar
en cuaresma es ir al desierto como Jesús. E ir al desierto es como
meternos en remojo, dejar tiempo para que se disuelvan las manchas
profundas e incrustadas en el tejido de nuestras vidas. Es
significativo que el diablo tienta a Jesús con versículos de la
Biblia. Le explica y justifica todo, con una lógica torcida al la
que no se puede responder si uno no está bien centrado. Ir al
desierto significa para nosotros tomarnos un tiempo en serio para
deshacer, demoler estos discursos muy bien construidos, muy bien
argumentados, con autoridad de la ciencia, o de la sabiduría, o de
la Biblia, usada para justificar nuestros egoísmos, nuestras puertas
cerradas al encuentro y la novedad, nuestra pereza espiritual,
nuestros rencores y fanatismos, y muchos más pecados.
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