Textos: Hechos
10,9-33; Salmo 131; Marcos
9,2-10
En la lectura de los Hechos de los
Apóstoles, Pedro tiene una visión que da un nuevo sentido a las
Escrituras y marca un nuevo rumbo de su religión judía a la luz del
Evangelio de Jesucristo. Luego tiene una experiencia concreta de
encuentro con un grupo de Romanos y lo que vio en su visión toma
sentido en la realidad concreta. Puede actuar con determinación y
acoger a este grupo porque ya contempló el proyecto de Dios. El
Evangelio es otras escena donde Pedro contempla la vocación Jesús
en la Transfiguración. Vive su amistad con Jesús y, con el círculo
más íntimo de discípulos, es testigo de su elección por el Padre,
también de su misión, de la importancia de su testimonio. Se da
cuenta, sin tanto entender, de qué clase de persona es Jesús.
Contemplar es ver a la realidad en lo
profundo. La tradición nuestra habla de la contemplación como de
una forma de oración, ver a Dios en lo profundo. El Papa Francisco
habla de la importancia de contemplar también al pueblo, a la gente,
desarrollar una capacidad de ver, en lo profundo, la belleza de las
personas, nos invita a sentirnos en casa, felices, “haciendo
pueblo”. Esto nos lleva a la acción de gracias, también a ver el
rumbo, a dónde ir como personas, como comunidades.
Contemplar se dice mucho también
hablando de la naturaleza. Hoy en día es más importante que nunca.
Acá en San Pedro tenemos una larga tradición de esto habiendo sido
marcados por la evangelización fransciscana. Somos un pueblo
campesino, rural. Saber ver y contemplar la tierra, el bosque, la
fauna, los ríos, el cielo, el clima... es una cuestión de
supervivencia en este tiempo de violentos ataques contra el medio
ambiente. Muchos quieren reducir la naturaleza a un mero instrumento para ganar dinero. No contemplan, no ven en lo profundo. Se dice que el Paraguayo, la Paraguaya, es “naturalmente”
contemplativo/a, muy observador/a, sensible. ¡Cuántas veces
escuché la gente contar las bellezas que ve en el camino! Es más
que un sentido de observación calculador. Es una mirada admiradora
en busca de la belleza del mundo.
La contemplación es una apertura
radical al misterio: de Dios, de las personas, de todo lo creado.
Misterio quiere decir que hay mucho por descubrir, que conviene tener
una actitud de respeto, de mirada silenciosa, de escucha, de
expectativa, dejarse tocar por la novedad permanente que está en
todo lo creado. La contemplación lleva a la acción. Cuando
logramos “ver en lo profundo”, ver con los ojos de Jesús,
también queremos actuar, comprometernos, acercanos, amar.
Necesitamos contemplativos y
contemplativas. De los que miran tanto a Dios como a las personas,
como a todo lo creado. De los que participan en un proyecto social.
De los que ven personas y no solo necesidades. De los que ven lo
humano en toda su dignidad. Su contemplación anima a los demás
porque esta manera de ver muestra la grandeza y la belleza de las
personas. También es un discernimiento: mirando en lo profundo,
sentimos cómo comprometernos concretamente. Necesitamos análisis
social, necesitamos investigación, necesitamos los medios de
comunicación, necesitamos escuchar los gemidos y gritos del mundo,
pero si no sabemos interiorizar, depositar todo delante de Dios, en
paz, si no sabemos ver en lo más profundo, nos costará mucho
descubrir el compromiso realmente importante, la acción justa, la
contribución que corresponde tanto a lo que somos como a lo que la
situación, las personas, la realidad nos pide. Esto se llama
sabiduría.
La contemplación es un don, también
se aprende haciendo la experiencia. Necesitamos un centro para esto
en San Pedro. Es un sueño y un proyecto. Un centro de retiros, de
oración, de reflexión “en lo profundo”. Necesitamos personas
que se dediquen al acompañamiento espiritual, que sepan ayudar a
otras/os a contemplar y a descubrir, cada uno, cada una, su propio
camino de discípulo/a, de hija, de hijo. Necesitamos pedagogías,
procesos para ayudarnos a contemplar. Esto pasa por la interioridad,
la libertad, algo de silencio y de soledad. No se hace en el ruido.
Tengo muchas reservas con algunos tipos de retiros muy agitados, que
no conducen a la verdadera contemplación. No conducen a la escucha.
Llevan a un tipo de “mbarete” espiritual muy seguro de sí mismo,
que lo sabe todo, que no escucha.
Necesitamos una espiritualidad
“integrada”. Si es la misma actitud contemplativa que nos lleva
a Dios y a las personas y a todo lo creado, entonces no podemos, a la
hora del compromiso, separar: la fe y la “dimensión humana”, la
espiritualidad y lo social. La espiritualidad no es un cajón separado de nuestro
armario. Es toda nuestra vida, con todas las otras dimensiones,
juntas: la sociedad, la política, la vida económica, la ciencia, el
arte.
Tal vez, para concluir, debemos hacer
un espacio especial para el arte. Necesitamos más expresión
artística en nuestra Iglesia. El arte nos ayuda a “integrar”, a
contemplar, a ver todo en lo más profundo y a expresar esto que
vemos en una forma gratuita, bella. Quiero saludar y animar a todas
las personas que se dedican al arte, música, artes gráficos,
teatro, literatura, cine, poesía, arquitectura, danza,... todo: ayúdennos
a ver la realidad en lo profundo, a contemplar.
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