sábado, 21 de junio de 2014

Pedro contemplativo

Textos: Hechos 10,9-33; Salmo 131; Marcos 9,2-10

En la lectura de los Hechos de los Apóstoles, Pedro tiene una visión que da un nuevo sentido a las Escrituras y marca un nuevo rumbo de su religión judía a la luz del Evangelio de Jesucristo. Luego tiene una experiencia concreta de encuentro con un grupo de Romanos y lo que vio en su visión toma sentido en la realidad concreta. Puede actuar con determinación y acoger a este grupo porque ya contempló el proyecto de Dios. El Evangelio es otras escena donde Pedro contempla la vocación Jesús en la Transfiguración. Vive su amistad con Jesús y, con el círculo más íntimo de discípulos, es testigo de su elección por el Padre, también de su misión, de la importancia de su testimonio. Se da cuenta, sin tanto entender, de qué clase de persona es Jesús.

Contemplar es ver a la realidad en lo profundo. La tradición nuestra habla de la contemplación como de una forma de oración, ver a Dios en lo profundo. El Papa Francisco habla de la importancia de contemplar también al pueblo, a la gente, desarrollar una capacidad de ver, en lo profundo, la belleza de las personas, nos invita a sentirnos en casa, felices, “haciendo pueblo”. Esto nos lleva a la acción de gracias, también a ver el rumbo, a dónde ir como personas, como comunidades.

Contemplar se dice mucho también hablando de la naturaleza. Hoy en día es más importante que nunca. Acá en San Pedro tenemos una larga tradición de esto habiendo sido marcados por la evangelización fransciscana. Somos un pueblo campesino, rural. Saber ver y contemplar la tierra, el bosque, la fauna, los ríos, el cielo, el clima... es una cuestión de supervivencia en este tiempo de violentos ataques contra el medio ambiente.  Muchos quieren reducir la naturaleza a un mero instrumento para ganar dinero.  No contemplan, no ven en lo profundo. Se dice que el Paraguayo, la Paraguaya, es “naturalmente” contemplativo/a, muy observador/a, sensible. ¡Cuántas veces escuché la gente contar las bellezas que ve en el camino! Es más que un sentido de observación calculador. Es una mirada admiradora en busca de la belleza del mundo.

La contemplación es una apertura radical al misterio: de Dios, de las personas, de todo lo creado. Misterio quiere decir que hay mucho por descubrir, que conviene tener una actitud de respeto, de mirada silenciosa, de escucha, de expectativa, dejarse tocar por la novedad permanente que está en todo lo creado. La contemplación lleva a la acción. Cuando logramos “ver en lo profundo”, ver con los ojos de Jesús, también queremos actuar, comprometernos, acercanos, amar.

Necesitamos contemplativos y contemplativas. De los que miran tanto a Dios como a las personas, como a todo lo creado. De los que participan en un proyecto social. De los que ven personas y no solo necesidades. De los que ven lo humano en toda su dignidad. Su contemplación anima a los demás porque esta manera de ver muestra la grandeza y la belleza de las personas. También es un discernimiento: mirando en lo profundo, sentimos cómo comprometernos concretamente. Necesitamos análisis social, necesitamos investigación, necesitamos los medios de comunicación, necesitamos escuchar los gemidos y gritos del mundo, pero si no sabemos interiorizar, depositar todo delante de Dios, en paz, si no sabemos ver en lo más profundo, nos costará mucho descubrir el compromiso realmente importante, la acción justa, la contribución que corresponde tanto a lo que somos como a lo que la situación, las personas, la realidad nos pide. Esto se llama sabiduría.

La contemplación es un don, también se aprende haciendo la experiencia. Necesitamos un centro para esto en San Pedro. Es un sueño y un proyecto. Un centro de retiros, de oración, de reflexión “en lo profundo”. Necesitamos personas que se dediquen al acompañamiento espiritual, que sepan ayudar a otras/os a contemplar y a descubrir, cada uno, cada una, su propio camino de discípulo/a, de hija, de hijo. Necesitamos pedagogías, procesos para ayudarnos a contemplar. Esto pasa por la interioridad, la libertad, algo de silencio y de soledad. No se hace en el ruido. Tengo muchas reservas con algunos tipos de retiros muy agitados, que no conducen a la verdadera contemplación. No conducen a la escucha. Llevan a un tipo de “mbarete” espiritual muy seguro de sí mismo, que lo sabe todo, que no escucha.

Necesitamos una espiritualidad “integrada”. Si es la misma actitud contemplativa que nos lleva a Dios y a las personas y a todo lo creado, entonces no podemos, a la hora del compromiso, separar: la fe y la “dimensión humana”, la espiritualidad y lo social.  La espiritualidad no es un cajón separado de nuestro armario. Es toda nuestra vida, con todas las otras dimensiones, juntas: la sociedad, la política, la vida económica, la ciencia, el arte.

Tal vez, para concluir, debemos hacer un espacio especial para el arte. Necesitamos más expresión artística en nuestra Iglesia. El arte nos ayuda a “integrar”, a contemplar, a ver todo en lo más profundo y a expresar esto que vemos en una forma gratuita, bella. Quiero saludar y animar a todas las personas que se dedican al arte, música, artes gráficos, teatro, literatura, cine, poesía, arquitectura, danza,... todo: ayúdennos a ver la realidad en lo profundo, a contemplar.

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