Textos: Lecturas de
la víspera de SS. Pedro y Pablo
Hechos 3,1-10;
Salmo 18,2-3.4-5ab; Ga 1, 11-20; Juan
21,15-19
Hemos
recorrido nuestra novena meditando sobre la figura de San Pedro
preguntándonos sobre el legado que nos deja, el carisma que inspira
a su Iglesia de aquí. Hemos mirado su figura, leído sus escritos,
contemplado sus huellas en la Iglesia primitiva y en nuestra Iglesia
sampedrana. ¿Qué nos queda al final de estos nueve días? ¿Qué
vemos más claro del carisma que nos mueve? ¿Qué se nos aclaró
sobre nuestra identidad, sobre el don que recibimos y la misión que
se nos encomienda? Pedro estuvo movido por el Espíritu Santo y es
el mismo Espíritu que hoy nos anima a nosotros.
Pedro
movido por el Espíritu Santo es diferente de Pablo movido por el
Espíritu Santo, o de María movida por el Espíritu Santo. Somos
todos diferentes, el Espíritu revela, fortalece, anima los dones de
cada uno, cada una. Nos hace a la vez más diferentes, más nosotros
mismos, nosotras mismas, y también más unidos/as en el cuerpo
eclesial. O sea, el Espíritu nos comunica a la vez nuestro don
particular y nos da la capacidad de buscar la unión. También,
perteneciendo a una comunidad, recibimos el Espíritu de esa
comunidad, el Espíritu para esa comunidad. Recibimos un “carisma”.
¿Cómo es el carisma de San Pedro?
Durante
toda la novena nos hemos acercado a esta acción del Espíritu en
Pedro. Hoy está todo resumido en los textos que acabamos de leer.
Algunos rasgos podemos destacar:
- Dialoga con Jesús y declara su amor
Pedro
nos demuestra una intensa vida interior. Hemos visto Pedro que
responde al llamado de Jesús. Hemos contemplado a Pedro que vive
sus aprendizajes de discípulo, que toca su fragilidad y su pecado,
que acoge en sí mismo lo que descubre de Jesús y del Padre. Hemos
visto a Pedro cerca de sus miedos y contradicciones, que recibe y
acoge la palabra a veces dura de Jesús. Hemos visto a Pedro que
pregunta, que quiere comprender. Pedro lleva también en sí la
vida de la comunidad, la medita, la contempla. Él acompaña a Jesús
en sus momentos más fuertes y descubre poco a poco quién es. Le
ama.
Ahora
Jesús le pregunta y le hace rever la relación que hay entre los
dos. Le hace declarar su amor en lo profundo, no un simple sí
superficial sino un sí que abarca todo lo vivido, incluso la
traición.
Todo
esto nos deja como legado y carisma el dón y la misión de cultivar
esta vida interior donde dialogamos con Jesús y le declaramos
nuestro amor, de la misma forma personal, sencilla, directa, como lo
hizo Pedro. Por el carisma que recibimos, este capacidad es nuestra
para vivirla y desarrollarla. Somos un pueblo de la contemplación,
de la oración, de la vida interior. El Espíritu Santo nos anima y
alimenta.
- Es líder, conduce al grupo
Hemos
contemplado a Pedro líder en la vida comunitaria, en el grupo de
discípulos, en la solidaridad, en la administración de la Iglesia,
en la misión que cruza fronteras y deshace muros.
Ahora
Jesús le hace repasar su vida, su liderazgo, le invita a una etapa
más profunda: atiende mis ovejas. Aquí está también el pescador
de hombres, la Piedra, el sentido de su nombre, de su vocación.
También
nosotros repasamos nuestra historia diocesana y agradecemos por el
don de liderazgo, la solidaridad, la administración de la vida
comunitaria, la misión. Agradecemos por una rica historia de las
CEBs y por todo lo que creció en nosotros y entre nosotros en esta
historia. Recibimos ahora un nuevo llamado a un nuevo liderazgo, más
libre, más profundo, más al servicio, más gratuito. Podemos ser
líderes en San Pedro, en el Parguay, en todo el mundo y "atender
a las ovejas del Señor" donde nos toca vivir y trabajar.
- Es llevado a dónde no quiere
Hemos
contemplado a Pedro contradicho por Jesús, que le reprocha su falta
de fe, que le anuncia la traición. Ser discípulo ya fue para Pedro
ser movido, desinstalado, sacudido. Nunca tuvo la vida fácil,
siempre fue "chocado" por el llamado, pero su amor superó
todo, hasta el fracaso y el pecado. Las tensiones continuaron en la
vida de la Iglesia primitiva: con Pablo, con Santiago, con los
paganos, con los judíos. Hasta el "Quo Vadis" que es una
leyenda habla de la misma lucha interior que Pedro vivió hasta
el final.
Ahora
Jesús le anuncia que "otro le atará el cinturón y le llevará
a dónde no quiere". Jesús le dice que ser así llevado es
parte de su carisma. Algunos dirían "destino", "karma"...
pero Jesús le hace ver a Pedro que su vida está en la relación con
él y en la misión que recibe. ¡Y basta!
Este
carisma nosotros también lo vivimos si asumimos nuestro nombre de
sampedranos. Jesús nos lleva en líos, nos invita a hacer sarambi.
Ya hay luego sarambi y estamos metidos en líos, queramos o no.
Vivimos bien, anhelamos la paz y la tranquilidad, pero sabemos que
debemos enfrentar desafíos inmensos: pobreza, inseguridad,
transición cultural, mutaciones en la familia, y también el pecado
mismo, la avaricia, la prepotencia, el robo, la mentira, y sus
consecuencias, todas esas cosas que se encuentran en los medios de
comunicación, acerca de San Pedro. Aceptar nuestro carisma es
descubrir otra forma de paz. Sacrificamos la tranquilidad porque nos
importa el amor a nuestros hermanos y hermanas. Pero estamos en paz,
no por ser buenos, no por hacer todo bien, sólo porque sabemos que
Dios nos acompaña en dónde él nos lleva, y le dejamos llevarnos.
Nunca
nuestro carisma se podrá contener en unas pocas palabras. Esta
noche, y después de nuestra meditación de la novena, vemos más
algunas dimensiones: la vida interior, el liderazgo al servicio de
los demás, la disponibilidad radical por el amor a Jesús. La vida
de Pedro se ilumina para nosotros, y nuestras propias vidas también
tienen un nuevo relieve, a nuestros propios ojos. Les invito a seguir
tomándose el tiempo de mirar sus experiencias y de reconocer el
carisma bien concretamente en ellas. Y también de seguir mirando la
vida de Pedro a partir de lo que nosotros vivimos también,
relacionando, descubriendo que somos realmente de su familia. Cuanto
más veamos este nuestro parentezco con San Pedro, más sampedranos
seremos, más felices y libres, también más comprometidos y
entregados. Esto es la gracia del carisma.
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