sábado, 28 de junio de 2014

Pedro movido por el Espíritu Santo

Textos: Lecturas de la víspera de SS. Pedro y Pablo
Hechos 3,1-10; Salmo 18,2-3.4-5ab; Ga 1, 11-20; Juan 21,15-19

Hemos recorrido nuestra novena meditando sobre la figura de San Pedro preguntándonos sobre el legado que nos deja, el carisma que inspira a su Iglesia de aquí. Hemos mirado su figura, leído sus escritos, contemplado sus huellas en la Iglesia primitiva y en nuestra Iglesia sampedrana. ¿Qué nos queda al final de estos nueve días? ¿Qué vemos más claro del carisma que nos mueve? ¿Qué se nos aclaró sobre nuestra identidad, sobre el don que recibimos y la misión que se nos encomienda? Pedro estuvo movido por el Espíritu Santo y es el mismo Espíritu que hoy nos anima a nosotros.

Pedro movido por el Espíritu Santo es diferente de Pablo movido por el Espíritu Santo, o de María movida por el Espíritu Santo. Somos todos diferentes, el Espíritu revela, fortalece, anima los dones de cada uno, cada una. Nos hace a la vez más diferentes, más nosotros mismos, nosotras mismas, y también más unidos/as en el cuerpo eclesial. O sea, el Espíritu nos comunica a la vez nuestro don particular y nos da la capacidad de buscar la unión. También, perteneciendo a una comunidad, recibimos el Espíritu de esa comunidad, el Espíritu para esa comunidad. Recibimos un “carisma”. ¿Cómo es el carisma de San Pedro?

Durante toda la novena nos hemos acercado a esta acción del Espíritu en Pedro. Hoy está todo resumido en los textos que acabamos de leer. Algunos rasgos podemos destacar:

  • Dialoga con Jesús y declara su amor
Pedro nos demuestra una intensa vida interior. Hemos visto Pedro que responde al llamado de Jesús. Hemos contemplado a Pedro que vive sus aprendizajes de discípulo, que toca su fragilidad y su pecado, que acoge en sí mismo lo que descubre de Jesús y del Padre. Hemos visto a Pedro cerca de sus miedos y contradicciones, que recibe y acoge la palabra a veces dura de Jesús. Hemos visto a Pedro que pregunta, que quiere comprender. Pedro lleva también en sí la vida de la comunidad, la medita, la contempla. Él acompaña a Jesús en sus momentos más fuertes y descubre poco a poco quién es. Le ama.

Ahora Jesús le pregunta y le hace rever la relación que hay entre los dos. Le hace declarar su amor en lo profundo, no un simple sí superficial sino un sí que abarca todo lo vivido, incluso la traición.

Todo esto nos deja como legado y carisma el dón y la misión de cultivar esta vida interior donde dialogamos con Jesús y le declaramos nuestro amor, de la misma forma personal, sencilla, directa, como lo hizo Pedro. Por el carisma que recibimos, este capacidad es nuestra para vivirla y desarrollarla. Somos un pueblo de la contemplación, de la oración, de la vida interior. El Espíritu Santo nos anima y alimenta.

  • Es líder, conduce al grupo
Hemos contemplado a Pedro líder en la vida comunitaria, en el grupo de discípulos, en la solidaridad, en la administración de la Iglesia, en la misión que cruza fronteras y deshace muros. 

Ahora Jesús le hace repasar su vida, su liderazgo, le invita a una etapa más profunda: atiende mis ovejas. Aquí está también el pescador de hombres, la Piedra, el sentido de su nombre, de su vocación.

También nosotros repasamos nuestra historia diocesana y agradecemos por el don de liderazgo, la solidaridad, la administración de la vida comunitaria, la misión. Agradecemos por una rica historia de las CEBs y por todo lo que creció en nosotros y entre nosotros en esta historia. Recibimos ahora un nuevo llamado a un nuevo liderazgo, más libre, más profundo, más al servicio, más gratuito. Podemos ser líderes en San Pedro, en el Parguay, en todo el mundo y "atender a las ovejas del Señor" donde nos toca vivir y trabajar.

  • Es llevado a dónde no quiere
Hemos contemplado a Pedro contradicho por Jesús, que le reprocha su falta de fe, que le anuncia la traición. Ser discípulo ya fue para Pedro ser movido, desinstalado, sacudido. Nunca tuvo la vida fácil, siempre fue "chocado" por el llamado, pero su amor superó todo, hasta el fracaso y el pecado. Las tensiones continuaron en la vida de la Iglesia primitiva: con Pablo, con Santiago, con los paganos, con los judíos. Hasta el "Quo Vadis" que es una leyenda habla de la misma lucha interior que Pedro vivió hasta el final.

Ahora Jesús le anuncia que "otro le atará el cinturón y le llevará a dónde no quiere". Jesús le dice que ser así llevado es parte de su carisma. Algunos dirían "destino", "karma"... pero Jesús le hace ver a Pedro que su vida está en la relación con él y en la misión que recibe. ¡Y basta!

Este carisma nosotros también lo vivimos si asumimos nuestro nombre de sampedranos. Jesús nos lleva en líos, nos invita a hacer sarambi. Ya hay luego sarambi y estamos metidos en líos, queramos o no. Vivimos bien, anhelamos la paz y la tranquilidad, pero sabemos que debemos enfrentar desafíos inmensos: pobreza, inseguridad, transición cultural, mutaciones en la familia, y también el pecado mismo, la avaricia, la prepotencia, el robo, la mentira, y sus consecuencias, todas esas cosas que se encuentran en los medios de comunicación, acerca de San Pedro. Aceptar nuestro carisma es descubrir otra forma de paz. Sacrificamos la tranquilidad porque nos importa el amor a nuestros hermanos y hermanas. Pero estamos en paz, no por ser buenos, no por hacer todo bien, sólo porque sabemos que Dios nos acompaña en dónde él nos lleva, y le dejamos llevarnos.


Nunca nuestro carisma se podrá contener en unas pocas palabras. Esta noche, y después de nuestra meditación de la novena, vemos más algunas dimensiones: la vida interior, el liderazgo al servicio de los demás, la disponibilidad radical por el amor a Jesús. La vida de Pedro se ilumina para nosotros, y nuestras propias vidas también tienen un nuevo relieve, a nuestros propios ojos. Les invito a seguir tomándose el tiempo de mirar sus experiencias y de reconocer el carisma bien concretamente en ellas. Y también de seguir mirando la vida de Pedro a partir de lo que nosotros vivimos también, relacionando, descubriendo que somos realmente de su familia. Cuanto más veamos este nuestro parentezco con San Pedro, más sampedranos seremos, más felices y libres, también más comprometidos y entregados. Esto es la gracia del carisma.

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