domingo, 22 de junio de 2014

Pedro hermano y padre

Textos de la Solemnidad de Corpus Christi: Dt 8,2-3.14b-16a; Salmo 147,12-13.14-15.19-20; 1Co 10,16-17; Jn 6,51-58

Jesús es el Pan de Vida. Da sentido, ofrece razones de vivir, valores, horizonte. Vivió, habló, actuó, murió,... de una manera tan especial, tan profunda. Su vida nuestro Pan, nuestro alimento. El nos inspira. No nos da energía, valor, coraje. Él nos da fuerza.

Jesús no produjo, él mismo, cambios económicos, científicos, políticos. Jesús no produjo nada: no inventó, no elabora un nuevo pensamiento político, no escribió, no construyó (a no ser algunas cosas de carpintero). No nos alimenta por lo que produce o habría producido. Él fue un hombre que “pasó haciendo el bien”, en un pequeño país, grande como nuestro departamento. Enseño, sí, habló, tocó la vida de varias personas, tenía un don para sanar, sabía contar e inspirar. Era un hombre de oración. Hizo gestos que tocaron mucho: sanar a leprosos, perdonar los pecados, refutar a las autoridades de la Ley. O sea, tocó algunos símbolos de la religión y de la sociedad y esto fue poderoso. A algunos les trajo una gran liberación. A otros una gran furia asesina.

La vida de Jesús fue fecunda. Él sembró algo. Él es el grano de trigo que muere y, muriendo, brota, crece, fructifica. La vida de Jesús no es una producción directa de bienes, de ideas, de riquezas. Si nos quedamos así, bueno, haremos un balance –unas parábolas, unas sanaciones, un grupito de seguidores, unos enfrentamientos con las autoridades– que quedará corto. La vida de Jesús es mucho más que todo esto, es un brote fecundo de vida. Estaba tan lleno de amor por el prójimo, sabía tanto ver a cada persona como hijo e hija de Dios, vivía tanto en la intimidad de Dios que llamaba “Abbá”, “Papito”, que ni la muerte pudo con su testimonio. Dios dijo: este es mi Hijo. Este es mi herencia. Este soy yo. Y cambio la historia.

Así también los santos y santas. Así san Pedro. Hoy le rezamos y le llamamos “padre”. Él, como Jesús, es nuestro hermano en la aventura de la vida. Meditamos su vida y su fe, su trayectoria, sus dudas, sus trabajos, todo nos inspira, nos alimenta. Podemos identificarnos a él. Y él nos hace ver a Jesús, y Jesús nos hace ver al Padre. Jesús es la Viña; Pedro, los discípulos, el gran pueblo de los santos y santas, nosotros la Iglesia, somos los sarmientos. Todos/as invitados/as a dar fruto.

Esto habla de nuestro papel de educadores en la familia y en todos los espacios posibles, en las instituciones más especializadas como en la calle. Educar, visto a la luz de Jesús y de los santos y santas, es ser plenamente hombres y mujeres, ser personas crecidas, entregadas,... y nada más. Un árbol bueno produce frutos buenos. Por supuesto las técnicas y los contenidos son también importantes, pero nuestra presencia es más importante todavía. Al respecto, Pedro nos deja una herencia más. Tiene su manera propia de ser fecundo: Pedro es líder. Pedro toma la palabra. Pedro pregunta. Pedro manifiesta sus sentimientos, sus inquietudes, sus reproches, sus entusiasmos. Jesús a veces lo felicita, a veces lo reprende. Pero Pedro no deja de ser activo y de tomar iniciativas y, así, de ayudar a todo el grupo de los discípulos a seguir a Jesús.

Tal vez esto es la definición del liderazgo: ante una situación, ante un llamado, ante una persona, ante Dios, no puedo sino responder y adelantarme, llevando conmigo a quienes me rodean. Escuché una vez a un profesional que hablaba de su “herencia cristiana”, de lo que había recibido a través de todas las formaciones que había hecho en la Pastoral de Juventud, en donde le había tocado crecer como cristiano y decía esto: ahora no puedo no responder. En otras palabras: ndaikatúi añembotavy!

Creo que nosotros, aquí en San Pedro, heredamos este rasgo de Pedro. Somos llamados a ser líderes. Es el don y la misi[on que recibimos. Ya podemos ver en la historia de nuestra diócesis, en la opción por los servicios laicales, por las comunidades con sus servidores, por las muchas personas que hoy activan en la sociedad, la economía, la política, y se formaron en la Iglesia. Es una parte de nuestro carisma de diócesis: tomar la iniciativa, activar, ser líderes. Esto no quiere decir ser jefes, más bien mover, responder, buscar colaboraciones, ver a las personas, las situaciones, saber poner objetivos y alcanzarlos.

Tomando consciencia de esta herencia y este llamado, podemos hacerlo más eficaz, más concreto, más real. Sueño: una formación humana profunda, en Iglesia, abierta a lo social, donde aprendamos a vivir juntos, a vernos, a ayudarnos, a elaborar proyectos de transformación social, a colaborar, a despertar los talentos de todos/as y cada uno/a. Esta sería nuestra contribución política: personas más sólidas en sí mismas, más abiertas a los demás, más capaces de trabajar en equipos, más ágiles para ver la sociedad y elaborar proyectos factibles, sostenibles, que traen una verdadera y profunda liberación.

Dios nos llama a ser hermanos y hermanas. Dios nos llama a ser madres y padres. Dios nos llama a ser fecundas y fecundos, a dar vida. Dios, aquí en San Pedro, por la intercesión de San Pedro, nos llama a ser líderes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario