Si
su espectáculo no brilla, cambiamos
el canal. Si su
discurso no gusta, tenemos muchas maneras para distraernos. Si la
lección es demasiada complicada, miramos del otro lado. Si no nos
atienden, les ignoramos. Si no hacen cómo les decimos, les
escrachamos. Si sufren la más mínima contradicción, ya no
queremos saber nada de ellos. Si no están en la onda de hoy, ¡al
tacho! Si desvían de la norma, ¡castigo ejemplar! Si fallan con
nosotros, les mandamos al infierno. Pero, dice Jesús, no saben de
qué semilla son. Hace falta un discernimiento más profundo.
Hay que esperar la cosecha y la cosecha es de Dios, no de nuestro
juicio humano. Poderosa invitación a la paciencia y la humildad.
Percepciones, reflexiones y meditaciones compartidas, en la Diócesis de San Pedro Apóstol, Paraguay
domingo, 23 de julio de 2017
viernes, 30 de junio de 2017
Mío, tuyo, nuestro
En
las manifestaciones de miedo a los extranjeros, a los refugiados, en
el racismo que se nota en varios rincones del mundo (y del corazón
humano), en las actitudes de clases celosas de sus privilegios, hay
una postura de propietario: estoy en mi casa y esos diferentes, de
afuera, tienen que comportarse, conformarse y no molestar. Por
supuesto que quien entra en un mundo diferente tiene que aprender las
costumbres locales, escuchar mucho, renacer en la nueva cultura.
Pero nadie es dueño de la tierra, del sol, de la vida, del amor…
Quien se hace dueño así, quien se cree absolutamente en su propia
casa, quien agarra las cosas y las personas para poseer y
controlarlas, lo perderá todo. Quien se hace libre para el Reino
de Dios, quien da valor al amor y la entrega, éste estará en casa,
en familia,
en cualquier parte.
Homilia de la fiesta de San Pedro Apóstol
Me
toca habitualmente comentar los textos de la liturgia pero, también
me toca, algunas veces, compartir con ustedes nuestra vida diocesana,
qué pasa en nuestra Iglesia de San Pedro Apóstol. Hoy quisiera
entrar más por este lado. Comparto con ustedes pensamientos en
construcción, no terminados, búsquedas. Para que sigamos buscando
todos juntos.
El
año pasado, desde la Pastoral Social diocesana, a partir de una
iniciativa del P. Cristhian Páiva, lanzamos una reflexión: ¿cuál
es el San Pedro que queremos? En los dos sentidos de la palabra: pe
San Pedro jahayhúva, ha San Pedro jaipotáva. Veíamos que era
tiempo de ayudar a nuestra feligresía a tocar muchos temas de
interés social antes que lleguen las elecciones del 2018, para
orientarse en medio de la confusión que muchas veces suscitan las
campañas.
Tuvimos
una sesión diocesana, un mini-congreso, el 26 de noviembre 2016, muy
interesante, en Liberación. Luego un pequeño equipo tradujo las
conclusiones en un cuadernito de animación que sirvió durante la
última Cuaresma. Luego, los pa’i del decanato Aguaray prepararon
temas de novena, así como acabamos de celebrar. Cada día un tema,
con una reflexión:
-
Las CEBs
-
La tierra
-
La Agricultura Familiar
-
La justicia
-
La educación
-
El compromiso de los jóvenes
-
El libro de la naturaleza y la salud
-
Administrar la Casa Común
-
Política y bien común
Un
poco antes de nuestra novena, celebramos la asamblea diocesana en
Itacurubi del Rosario. Ahí, hemos hablado de evaluar y reformular
nuestro Plan de Pastoral. Para ello, estamos volviendo a leer los
planes que nos han marcado como diócesis: La Iglesia que Queremos
Edificar (elaborado con Mons. Oscar Páez), el Sínodo Diocesano que
culminó en 2002 (con Mons. Fernando Lugo), y el nuevo plan “Echando
las Redes” elaborado para el período 2012-2017 (con Mons.
Adalberto Martínez). Esta vez, habrá también una gran consulta en
toda la diócesis pero será alrededor de temas centrales. Nos dimos
cuenta que necesitamos clarificar nuestro objetivo pastoral, hacer
que sea una fuerza para movilizar las energías de toda la feligresía
sampedrana. Necesitamos centrarnos, poner una prioridad.
Ya
hay una sensibilidad común, un cierto consenso que aparece, y lo
hemos visto pasar en la novena. No es casualidad que el primer tema
fue, con el P. Celso, la Comunidad Eclesial de Base. Como diócesis
somos orgullosos de nuestras 965 comunidades de base en todo el
territorio, casi 100 sólo en San Pedro. Clamamos que nuestras
parroquias son “comunidades de comunidades”. Pero debemos
reconocer que el tejido comunitario nuestro se está deteriorando
mucho. Muchas comunidades han dejado de tener vida: no se reúnen
más, no celebran el domingo, no tienen objetivo común, consumen un
poco de sacramentos sin tener un compromiso eclesial muy fuerte…
La cuestión de la fe para muchos se ha vuelto superficial, no viene
más de una práctica comunitaria profunda.
A
nivel social, nunca fuimos más conectados, pero el individualismo
consumista nos está aislando. No hay más necesidad de compartir
las necesidades ajenas. Cada familia o cada individuo se las ve como
puede, sin pedir nada a nadie, o pidiendo pero de manera casi
anónima. De hecho, si vamos a debatir sobre esto, no queremos que
nadie tenga la obligación “por necesidad” de formar comunidad.
Queremos que todos los individuos tengan lo necesario para vivir
según la dignidad de su persona. Pero debemos reconocer que nos
entra una cultura donde hay menos compartir y menos diálogo sobre
los grandes valores. Nos cuesta transmitirlos a las nuevas
generaciones. Nuestras CEBs ya no tienen el mismo soporte social que
tenían antes: el ñopytyvö, el jopói, la minga, el oñondivepa de
los proyectos que han construido gran parte de nuestro paisaje
económico y social actual. De alguna manera nuestras fiestas
patronales son una expresión un poco nostálgica de lo que fue, o lo
que debería ser la comunidad todos los días: un sentido de la
celebración, la solidaridad, la comunión…
Aquí,
de paso, nos damos cuenta que la cultura individualista y consumista
afecta nuestra agricultura. La pequeña finca familiar está en
peligro. El tema de la Agricultura Familiar Campesina (AFC) que
también tocamos durante la novena, con los temas de la tierra, de la
Casa Común como medio-ambiente a cuidar y administrar, hace parte de
nuestro teko. Nuestro campo se muere. Y debemos reaccionar. No
puede ser que lo abandonemos a las fuerzas del mercado y de un así
llamado “desarollo” que no se preocupa por los delicados
equilibrios ecológicos, ni por la gente y su cultura. Hay mucha
especulación: el precio de la tierra sube y la tentación de vender
es muy grande. Vender, ¿para qué futuro? Creemos que la tierra,
la agricultura familiar campesina, el cuidado de los recursos
naturales que no se pueden sencillamente chupar para crear provechos
económicos, y también la vida comunitaria, creemos que todo esto es
el futuro (y no sólo el pasado) de San Pedro.
La
comunidad es un elemento fundamental de la vida cristiana. En el
contacto humano directo, la solidaridad, el perdón y la
reconciliación, el juego, el arte, el debate político, etc. no
solamente crecemos como humanos sino que vivimos el sacramento de la
vida en Dios. En este proceso de hacer comunidad y crecer juntos,
aprendemos la vida de Jesús Servidor, no en teoría, sino en la
práctica, a veces con dolor y dificultad. La comunidad no es una
vida ideal. Es un camino concreto para ser más humanos y más
hijos/as de Dios. Debemos revitalizar nuestras comunidades, unidades
de base de nuestra Iglesia. La comunidad es el sacramento sin el
cual los demás sacramentos no tienen sentido. Esto no lo invento
yo, viene de la tradición de 2000 años de cristianismo. No olvidemos también la "salida" que el Papa Francisco nos invita a vivir: no queremos comunidades replegadas sobre sí mismas, queremos comunidades interesadas y comprometidas en la suerte de su sociedad, su mundo.
Hacer
comunidad es fundamental para nuestra fe y también es muy importante
para nuestra sociedad. ¿Cómo vamos a tener proyectos de economía
solidaria si no hay comunidades para ejecutarlos? ¿Cómo vamos a
transmitir a las nuevas generaciones el cuidar de la casa común si
no hay ambiente donde la gente se conoce, se sostiene, se ama? ¿Cómo
vamos a tener una verdadera participación ciudadana si no hay
espacios de vida donde todos, pero especialmente los jóvenes,
aprenden la convivencia dando su contribución? ¿Cómo vamos a ser
pueblo y país si no tenemos experiencia de sostener y ser
sostenidos/as en una comunidad concreta?
La
noche del octavo día, con el Pa’i Aquilino, sobre la
“administración de la casa común”, me vino como un flash. Vi
que la lucha por la AFC, la lucha por preservar las tierras, la lucha
por un ambiente sano, todo esto abundantemente fundamentado en la
Doctrina Social de la Iglesia y las enseñanzas de los últimos Papas
(ahí nos iluminó el P. Cristhian Páiva), vi todo esto de una
manera unificada. Me vino la idea de un lema para concretar nuestro
plan de pastoral:
Arraigados en Cristo, cultivar
comunidades.
Ñañekarama Cristo rehe ha
ñamoheñói comunidad.
Es
solamente una idea. Pero ven un poco adónde creo que vamos.
Necesitamos retornar a los orígenes de nuestra diócesis, fundada
desde las experiencias de CEBs, con la ilusión de tener mil focos de
vida cristiana con sus servidores, mil comunidades empeñadas en
testimoniar su fe y transformar como un fermento la sociedad, el
mundo. Esto no es el pasado. Es nuestro futuro. Esto lo quiero
decir especialmente a los jóvenes en este primer año del Trienio.
Sabemos que son una generación “especial” pero no queremos ni
debemos dejarles formar grupos a parte. Ustedes necesitan de esta
comunidad que arraiga y da identidad, y la comunidad necesita también
de ustedes, su energía, su creatividad, sus búsquedas, su vida.
Dios
nos bendiga. María, madre de la la primera comunidad, interceda por
nosotros. San Pedro, hombre de fe, líder de la primera Iglesia,
ruega por nosotros.
sábado, 24 de junio de 2017
Verdad, miedo y testimonio
“No
hay nada oculto que no
llegue a saberse… No tengan miedo.” Es el miedo que suele tapar
la verdad y crear una complicidad del silencio. Miedo al qué dirán,
miedo a perder la imagen, miedo a la reacciones hostiles, miedo
–fundado en lo real o pura fantasía– a represalias, miedo a
perder privilegios, miedo al mundo nuevo, impredecible, que traerá
la irrupción de la verdad… Jesús no promete un futuro tranquilo,
sin dolor, pero asegura que vale la pena apostar por la sinceridad y
encarar nuestros miedos. Nos ayuda a vivir esas crisis donde va a
explotar una realidad que nos duele, no como desgracias sino como
verdaderos acontecimientos de liberación y de crecimiento,
oportunidades par una
comunión más auténtica.
viernes, 16 de junio de 2017
¿Entienden?
Cuando
termina el episodio del lavado de los pies, Jesús pregunta:
“¿Entienden lo que hice?” Siento que pregunta lo mismo después
de romper el pan y pasar la copa: ¿Entienden lo que estoy haciendo?
Compartiendo una comida de fiesta, con estos alimentos a la vez
sencillos y tan simbólicos en la cultura, pronunciando esas palabras
tan chocantes: “Es mi carne, es mi sangre...” En este momento
solemne antes de su muerte violenta aceptada en la libertad, Jesús
hace estos gestos que hablan fuerte: servir, romper(se), alimentar,
compartir, tocar, dar sentido,… Para que hagamos lo mismo. La
fiesta de Corpus Christi no es una fiesta sentada e inmóvil. No es
primeramente de adoración. Es de entrega y de servicio. Comulgamos
a Jesús servidor y pedimos la gracia de “entender” y vivir como
Él.
sábado, 10 de junio de 2017
Se quieren
Textos
cortos en este domingo de la Santísima Trinidad. ¿Qué más se
puede decir? Se quieren. El Padre al Hijo, el Hijo al Padre. El
maestro a sus discípulos, los discípulos al maestro. Los amigos.
Algunas parejas. Gente que cuida a un anciano. Madres con sus
criaturas. Unos parientes que visitan a un preso. Educadores que insisten en
acompañar a quienes se rebelan y los rechazan, y al final acogen esta presencia en sus vidas. Los que reciben en
su casa y a su mesa, con alegría y hospitalidad. Los que salen a
visitar a los demás en su mundo, con apertura y respeto. Los que dan
sus vidas para que otros crezcan, se sanen, vivan plenamente. Los que
arriesgan sus privilegios para que otros tengan vida y libertad. Los
que celebran la belleza del mundo con su arte. Los que sirven a su
gente sin publicidad, ni ruido. Se quieren. Aman. Y esto “mueve
todo el universo”. Y punto.
sábado, 3 de junio de 2017
Aliento
Estaban
en la pieza, encerrados, traumados por la muerte del amigo, y
miedosos del “mundo” allá afuera. Vino un viento con fuego,
vino el mismo Jesús y sopló sobre ellos. Estaban como
“muertos-vivos”. Recibieron aliento, ánimo, fuerza, vida, la
intimidad de la comunión entre Padre y el Hijo, para salir, ir a la
plaza, al encuentro de gente de “todas las naciones”, a compartir
“las maravillas de Dios”, conversando con “cada uno en su
idioma”. Hoy también, estamos encerrados en nuestros prejuicios,
en nuestras categorías, en nuestras ideologías, en nuestras
costumbres donde no entran los diferentes. Hoy viene otra vez este
aliento para salir “sin demoras, sin miedo y sin asco” (Evangelii
Gaudium, 23) al encuentro de los demás para vivir una nueva
experiencia de hermandad.
sábado, 27 de mayo de 2017
Otro tipo de ausencia
Durante
varias semanas del Tiempo Pascual estuvimos pasando entre la alegre
noticia de la Resurrección y el dolor de la separación y de la
partida. Día de la Ascensión, Jesús se va, pero dice: “Estoy
con ustedes para siempre”. Para nosotros, sus discípulos, es una
invitación a tener la misma confianza en nuestra “ausencia”. Si
nuestro testimonio es auténtico, la distancia y el tiempo sólo lo
pueden fortalecer. No se trata de la ausencia irresponsable que
abandona a los demás sino de una alianza de amor que los sigue y
acompaña, en el compromiso, en la oración, en la amistad. Por esto
las despedidas, por más dolorosas y difíciles, son tan importantes.
sábado, 20 de mayo de 2017
Presencia
El
Evangelio de Juan repite frecuentemente la conexión entre “si me
aman” y “conservarán mis mandamientos”. Para que se dé la
presencia profunda e íntima de Dios en nosotros, como en cualquier
relación, hace falta despertar, vivir la alianza, abrirnos a un
compromiso, y no ser pasivos a la expectativa de “pruebas”,
encerrados en nuestros egoísmos, esperando que Dios se haga presente
según nuestros cálculos y términos. Vivimos esta realidad con
nuestra misma gente: en la medida en que estamos abiertos y
comprometidos en la comunidad, en la familia, en la sociedad, los
demás “existen” para nosotros. Si condicionamos su “existir”
a nuestras expectativas, los matamos, los expulsamos de nuestro
mundo. Creer en la resurrección de Jesús es dejarnos abrir
radicalmente, que nazca en nosotros un amor grande como no lo
creíamos posible, un amor que “conserva” a los demás y los hace
presentes más allá de todas nuestras limitaciones.
viernes, 24 de marzo de 2017
Experiencia
“Yo
no sé quién es. Sólo sé que era ciego y ahora veo.” El hombre
habla de su experiencia. Está en medio de un debate sobre quién
hizo esto y cómo, pero él no puede volver atrás y dudar.
Deberíamos prestar su capacidad de quedarse cerca de lo concreto, de
los hechos, de lo que ha vivido. En este tiempo de falsas noticias,
de opiniones que valen más que testimonios, de mentiras sobre los
propios hechos, de gritos que reemplazan argumentos, de sistemas
rígidos que no aceptan nuevos sucesos, ¿cómo crear una “cultura
de la paz y del diálogo”, si no comenzamos por reconocer la
realidad? No es cierto que todo es interpretación e ideología.
Podemos abrirnos a los demás, y conocerlos, más allá de nuestros
prejuicios. Podemos conocer a Dios; se comunica, en la realidad
nuestra. Hay que dar un paso de confianza y dejarnos transformar en el proceso.
viernes, 17 de marzo de 2017
Agua viva
El
diálogo de Jesús con la Samaritana comienza con cruzar una frontera
pesada con prejuicios y divisiones culturales, religiosas y
políticas. Él entra en contacto, le habla a ella, le pide algo.
Según la cultura, la religión y la política, no debería. Según
la cultura, la religión y la política, ella es “menos” y
debería estar en la expectativa de un menosprecio o, en el mejor
caso, indiferencia. ¿Por qué me hablas si sos más rico, más
educado, más religioso, más autoridad, más “importante”? Esta
escala no funciona con Jesús. Sólo quiere liberar la “fuente de
agua viva” que brota en el corazón de cada persona.
viernes, 10 de marzo de 2017
Preferencia
¿Ya
experimentaste esto de ser testigo de una preferencia, de una
predilección? De algunas forma te sentís fuera. De otra, sabes
que estás viendo algo grande. Una pareja que se quiere de verdad.
Unos amigos que se sostienen en la prueba. Una relación de padre o
madre con su hija o su hijo. Un/a educador/a que tiene un vínculo
especial con un/a alumno/a. Dios bendice a su pueble eligiendo a
uno o una, amando con amor de predilección. Delante
de esto, nos podemos
rebelar y decir que es injusto. Podemos
quedar
mudos,
con pavor ante
el misterio sagrado.
Podemos
sentir
celos. Ésta
es la experiencia cristiana fundamental: el Padre ama al Hijo. Es
algo que pasa entre ellos. Nos
toca. Sobra todo para nosotros. Pero quedamos ahí sin entender,
con respeto, desposeídos,
celebrando el amor “ajeno” que nos sana. Esta misma actitud es
una bendición.
Ir al desierto
Entrar
en cuaresma es ir al desierto como Jesús. E ir al desierto es como
meternos en remojo, dejar tiempo para que se disuelvan las manchas
profundas e incrustadas en el tejido de nuestras vidas. Es
significativo que el diablo tienta a Jesús con versículos de la
Biblia. Le explica y justifica todo, con una lógica torcida al la
que no se puede responder si uno no está bien centrado. Ir al
desierto significa para nosotros tomarnos un tiempo en serio para
deshacer, demoler estos discursos muy bien construidos, muy bien
argumentados, con autoridad de la ciencia, o de la sabiduría, o de
la Biblia, usada para justificar nuestros egoísmos, nuestras puertas
cerradas al encuentro y la novedad, nuestra pereza espiritual,
nuestros rencores y fanatismos, y muchos más pecados.
domingo, 22 de enero de 2017
"Para que se cumpliera la Escritura..."
Muchas
veces encontraremos esta fórmula durante el “Año Mateo”. No es
una fórmula vacía. Tampoco es una suerte de “prueba mágica”,
como si estuviera diciendo: mira… lo sabían años, siglos antes, y
todo pasó como habían predicho. No. Es mucho más profundo. Mateo
quiere decir: Jesús cumple las aspiraciones más profundas de su
cultura, de su religión, de su lenguaje. Así como nosotros tenemos
muchas palabras cargadas de afecto y de significado: sy,
kuimba’e, mburuvicha, juaju, jaiko ojuehe
oñopehenguéicha,… y aspiramos a que revelen su pleno sentido
en la vida de las personas, en nuestras vidas, sin la corrupción
habitual que suele embarrarlas. El Evangelio dice: Jesús, sí,
cumplió, llenó, hizo realidad el lenguaje de su mundo. A su
ejemplo, y por la fuerza del Espíritu Santo, podemos hacer realidad
los anhelos profundos de nuestra cultura y nuestra lengua.
sábado, 7 de enero de 2017
Así ¡no!
Las
mamás suelen corregir así a las criaturas. Juan Bautista también
“intentó disuadir” a Jesús que se presentaba para el bautismo,
que pasaba por la fila común, que no se mostraba con sus atuendos de
Mesías, que revertía los papeles entre quién debía de bautizarse
y quién bautizar. La vida de Jesús está escrita en esta corta
frase. También la vida de los evangelizadores. Todos tienen que,
en algún momento, romper el esquema, con palabra y ejemplo, para que
sus oyentes descubran la novedad escandalosa de Jesús, el primero
que se hace el último, el maestro que se hace esclavo, el que no se
aferra a su “condición divina” y se hace como nosotros. No se
“hace gua’u” el humilde para ganar apoyo, sino que muestra a
todos el verdadero camino de la vida, el verdadero bautismo.
Contemplativos
Son unos sabios de
otras culturas y religiones: científicos, filósofos, gente que
observa y reflexiona, gente que quiere ahondar el qué y el por qué,
que echa una mirada profunda sobre el mundo. Vieron una señal y
siguieron, para entender y descubrir el misterio. Igual, tuvieron
que pasar por un largo viaje, por Jerusalén y los especialistas de
la Ley y las intrigas del rey. No se detuvieron en su búsqueda.
Llegados a destinación, por su misma actitud contemplativa, supieron
que la escena humilde ante sus ojos representaba algo grande para
“todas las naciones”. Quedaron allí en adoración, ofreciendo
no sólo sus regalos sino su presencia, su trayectoria, su propia
condición de ciudadanos del mundo, a la vez extraordinariamente
capaces y totalmente sobrepasados por el camino pobre elegido por
Dios. La contemplación dirige nuestra mirada hacia lo más profundo
e importante de todas las realidades que vivimos. Nos alegra y nos
pacifica. Nos guía para decidir. Hace que nuestra simple presencia
pueda ser transformadora.
domingo, 1 de enero de 2017
Lo guardaba todo en su corazón
…
y no en su celular. Estamos
grabando todo pero sólo la apariencia. Sacamos todo en foto, desde
la mascota hasta el plato de comida, desde el encuentro hasta el
paisaje, desde el bebé hasta la farra, sin hablar de los accidentes
y los conflictos, pero parece que hemos perdido la capacidad de mirar
desde el interior. María vivía los acontecimientos, estaba
presente, plenamente, y los guardaba, los rumiaba, los tenía como
una oración y una reflexión permanente, como una búsqueda de
sentido, de rumbo, de mayor plenitud de vida. Nuestra vida está
pasando así, delante de nosotros, con nosotros o, por lo menos, pasa
como una invitación a participar y a dar sentido. No quedemos en lo
superficial.
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